domingo, 16 de enero de 2011

Del blog de Mayra

Un alma errante con armónica

Me estoy dando cuenta de que mis compañeros, mis ex compañeros, de mi primer colegio, del segundo, del tercero... Todos siguen poniendo fotos de perfil con los amigos que tenían, siguen saliendo con los mismos, siguen juntándose, no hay gente distinta.
Los grupos no se separan, y el pasado y el presente forman uno solo que deja que se avecine un futuro cada vez más tajante y categórico cuando más iguales sean los dos anteriores.
Mi presente es sólo él, mi pasado no lo fue, y sí, quiero que el futuro sea también presente, pero es algo que tampoco sé.
Veo que son inseparables, que las personas piensan unas en otras. Todos se tienen en cuenta, y lo que dicen entre ellos. Que rápidamente se cogen de las manos y de las palabras, y ríen. Y ríen rápido porque se entienden rápido.

¿Por qué no me ocurre tal cosa?
Parece ser que soy una especie de vagabunda con la que se pueden compartir unas horas, pero sólo eso, más no porque no hay qué compartir. No me molesta, sólo me preocupa por lo que vendrá después. Yo sól
o le necesito a él y a mi perro, ¿por qué la gente necesita a tanta gente y tanto?
Mis compañeros de la universidad están preocupados por los cambios en el próximo semestre, y aseguran que tratarán de ir juntos, sin importar los horarios.
¡Pero si de eso se trata la universidad, de conocer gente, separase, reagruparse, encontrarse...!
Y no sólo eso. Nunca sé dónde estoy, y ellos no saben dónde estoy yo. Me temen y me aman por las mismas razones, y lo mejor es que lo sé pero no lo proceso.
Y así siguen, mirándome por encima del hombro, y sólo a los arrogantes, atrevidos, les caigo bien.
Sé que la mayoría de las mujeres me odian. Me siento halagada, a mí tampoco me caéis bien, pero soy una de vosotras, así que a veces también tengo la obligación de peinarme y pintarme las uñas.
Aún así... Sí, soy un ser errante, un alma antisocial. Dejo un precipicio, un abismo entre mis ojos y sus pies. Pero la armónica que yo toco es muy pequeña... Nadie la oye, sólo la ve de lejos. Ven cuatro agujeros inútiles, el caparazón plateado.
No saben tocarla. Ni saben cuáles melodías deliciosas puede llegar a silbar si se le ofrece aire limpio y dulce.
Parece que habrá de seguir fingiendo comer la armónica, al menos, hasta que alguien se acerque, o hasta que, en un futuro, las demás ya no tengan voz.

http://librosy3.blogspot.com/

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