VICTORINO
Silvia Castro
Por los años sesenta llegó a trabajar a la escuela una maestra con todo el entusiasmo de los recién egresados de la normal, con la cabeza llena de técnicas de la enseñanza y teorías de organización escolar. Era profesora de 45 niños de primer año interesada en que todos aprendieran a leer. Desde el inicio hubo un niño que llamó su atención porque su estatura denotaba mayor edad, tenía sus mejillas muy coloradas, siempre estaba sonriente y aunque portaba el uniforme escolar, a diferencia de los demás, usaba huaraches de suela de llanta. La maestra veía cómo sus compañeros lo buscaban, le daban tortas bien preparadas con jamón y mayonesa o chorizo y aguacate, a cambio de unos tacos de tortillas recién hechas, rellenas de chile con huevo o unos itacates de frijol. Cuando se acercaba la hora de recreo algunos niños le decían:
― ¿Ya es hora? ¿Ya mero?
― ¡Ya casi! o ¡Todavía falta, yo les digo!
―contestaba.
La maestra intrigada porque Victorino no tenía reloj, le preguntó cómo sabía que ya era la hora de jugar.
―El sol que se asoma por la ventana no ha llegado a la marca que puse en la pared.
― ¡Qué niño tan listo! ―pensó la maestra.
En otra ocasión la maestra prometió a los niños, que al día siguiente irían a recoger hojas de diferentes plantas a la parte de atrás de la escuela, era una ladera boscosa donde sólo podían llegar para casos muy especiales.
― ¡Maestra, maestra! dice Victorino que mañana no podemos ir.
― ¿Por qué no? ―preguntó la maestra contrariada.
― ¡Porque va a llover!
Disgustada la maestra protestó:
― ¿Y quién es Victorino para decirlo? ¿Es adivino? Ya sabemos que ahorita hay sol y al rato la niebla nos envuelve con su “chipi chipi”, pero eso de asegurar que mañana habrá mal día no es posible.
―Victorino dice que están barruntando las hormigas –contestó otro niño.
― ¿Qué están qué? ―preguntó asombrada la maestra.
―Barruntando las hormigas ―aclaró Victorino.
― ¿Y eso qué es?
―Pues salen de su hormiguero y van corre y corre por todos lados en desorden, porque viene el agua ―contestó el niño.
Efectivamente, al otro día amaneció lloviendo, la maestra comentó que Victorino era un niño muy observador, todos seguían buscándolo en el recreo.
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