Cinco punto nueve no sube a seis
Mónica Baldeón Torres
(Fragmento)
(...)
Cómo me hubiera gustado tener el pensamiento de una persona adulta para ordenar mis ideas. Con cuántas ganas me hubiera atrevido a contestarle a mi maestra que el único tiempo de los verbos que debería de existir es el presente, sin pasado ni futuro, es más, bastaría con la primera persona del plural y olvidarnos del yo, tú, él, yo, yo, yo… ―¡Por Dios niño!
El verbo más irregular es el verbo amar, porque no siempre se conjuga en todos los tiempos y en todas las personas
― ¿De verdad lo crees?
Si las fracciones, que sólo son numeritos, pueden ser iguales, ¿por qué los niños no? ―Pero Juan…
Y cuando los volcanes hacen erupción es porque ya no aguantan la presión, y por eso explotan.
―Oye, no te pases.
Son inútiles las enseñanzas de la escuela, pues la verdad de hoy, mañana ya no es; si al mismísimo Sistema Planetario Solar ya lo dejaron sin Plutón, ¡ahora resulta que hay ocho planetas! Con el trabajo que me costó aprender a contestar con prontitud: ¡son nueve!
― ¡Yaaa!
Es más, podría decirle que con un poco de buena voluntad, el cinco punto nueve bien podría subir a seis, y salvarnos del truene en mate y pasar, aunque sea de panza; total, siempre se ha sabido que un décimo es algo pequeñito, pero no puedo esperar un suceso así; sería esperar un milagro, y los milagros no existen porque si no, yo ya hubiera encontrado a mi papá.
―A ver… sigue
Y seguiría. En la escuela mejor enseñen a los niños a ser amigos y a no burlarse de los demás, enseñen cómo vivir sin tener un papá y aún así, poder ser felices…
―Creo que tienes razón.
No, nunca podría hablarle así a mi maestra, hay cosas que los niños sentimos, pero no sabemos cómo decirlas para que los grandes las entiendan; aunque creo que algunos maestros tienen un poder especial para detectar los mensajes ocultos de sus alumnos. Eso pienso yo.
Un día mi maestra nos habló de Nicolás Bravo y preguntó nuestra opinión acerca de su forma de actuar. Yo me atreví a levantar el dedo y dije que cómo había preferido una guerra en lugar del amor a su padre; ella me miró con mucho interés y nos explicó: “cuando alguien se compromete con un ideal debe defenderlo a costa de lo que sea, y quienes luchan por lo que creen en la vida, son personas valiosas”. Después dijo entender cuál era mi compromiso y mi ideal. Yo, luego luego, me estremecí, “¡ay! No vaya a ser que la chismosa de Karla ya le haya dicho que ando con la Chelo, porque se me arma”
―Que dedícate a estudiar, no pierdas el tiempo, no tienes edad…
¿Habrá edad para el amor? ¿Los niños no tenemos capacidad para amar, por ser niños? ¿Desde cuándo los adultos descubrieron que amar es perder el tiempo? Con razón, hacen todo como lo hacen.
Tras esto y más se me va la mente, por eso me cuesta trabajo poner atención a las clases y a las instrucciones, menos cuando son para hacer una obra de teatro. Ahí sí que nadie me gana, ¡cómo me entusiasman!
La he hecho de galán, del príncipe de la Cenicienta, de un enano de Blanca Nieves, del hijo desobediente, hasta de Miguel Hidalgo y Benito Juárez, ¡uy!, siempre participo; me gusta pintar en los labios de mis compañeros risas de todo tipo y verlos contentos, es fácil y no cuesta; mi maestra me felicita, como también cuando hay que leer con la entonación adecuada:
...
El verbo más irregular es el verbo amar, porque no siempre se conjuga en todos los tiempos y en todas las personas
― ¿De verdad lo crees?
Si las fracciones, que sólo son numeritos, pueden ser iguales, ¿por qué los niños no? ―Pero Juan…
Y cuando los volcanes hacen erupción es porque ya no aguantan la presión, y por eso explotan.
―Oye, no te pases.
Son inútiles las enseñanzas de la escuela, pues la verdad de hoy, mañana ya no es; si al mismísimo Sistema Planetario Solar ya lo dejaron sin Plutón, ¡ahora resulta que hay ocho planetas! Con el trabajo que me costó aprender a contestar con prontitud: ¡son nueve!
― ¡Yaaa!
Es más, podría decirle que con un poco de buena voluntad, el cinco punto nueve bien podría subir a seis, y salvarnos del truene en mate y pasar, aunque sea de panza; total, siempre se ha sabido que un décimo es algo pequeñito, pero no puedo esperar un suceso así; sería esperar un milagro, y los milagros no existen porque si no, yo ya hubiera encontrado a mi papá.
―A ver… sigue
Y seguiría. En la escuela mejor enseñen a los niños a ser amigos y a no burlarse de los demás, enseñen cómo vivir sin tener un papá y aún así, poder ser felices…
―Creo que tienes razón.
No, nunca podría hablarle así a mi maestra, hay cosas que los niños sentimos, pero no sabemos cómo decirlas para que los grandes las entiendan; aunque creo que algunos maestros tienen un poder especial para detectar los mensajes ocultos de sus alumnos. Eso pienso yo.
Un día mi maestra nos habló de Nicolás Bravo y preguntó nuestra opinión acerca de su forma de actuar. Yo me atreví a levantar el dedo y dije que cómo había preferido una guerra en lugar del amor a su padre; ella me miró con mucho interés y nos explicó: “cuando alguien se compromete con un ideal debe defenderlo a costa de lo que sea, y quienes luchan por lo que creen en la vida, son personas valiosas”. Después dijo entender cuál era mi compromiso y mi ideal. Yo, luego luego, me estremecí, “¡ay! No vaya a ser que la chismosa de Karla ya le haya dicho que ando con la Chelo, porque se me arma”
―Que dedícate a estudiar, no pierdas el tiempo, no tienes edad…
¿Habrá edad para el amor? ¿Los niños no tenemos capacidad para amar, por ser niños? ¿Desde cuándo los adultos descubrieron que amar es perder el tiempo? Con razón, hacen todo como lo hacen.
Tras esto y más se me va la mente, por eso me cuesta trabajo poner atención a las clases y a las instrucciones, menos cuando son para hacer una obra de teatro. Ahí sí que nadie me gana, ¡cómo me entusiasman!
La he hecho de galán, del príncipe de la Cenicienta, de un enano de Blanca Nieves, del hijo desobediente, hasta de Miguel Hidalgo y Benito Juárez, ¡uy!, siempre participo; me gusta pintar en los labios de mis compañeros risas de todo tipo y verlos contentos, es fácil y no cuesta; mi maestra me felicita, como también cuando hay que leer con la entonación adecuada:
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