Relatos de La Gran Pirámide
El extraño caso del profesor Suck
Por Dubriel García Rodríguez
Esta narración es ficción
cualquier semejanza con
hechos verídicos
es mera coincidencia.
Un día se presentó a la oficina de la pirámide de los Derechos Laborales una pareja de niños de tercer grado. Ella era una niña menudita de cabello castaño el cual se deslizaba suavemente sobre sus hombros, tez blanca, ojos claros, y con la coquetería natural de las niñas de su edad, lucía una amplia sonrisa, entonces, dejaba ver unos dientes blanquísimos. Él, alto, moreno, de ojos negros y vivaces, de cabello negro y corte clásico de los escolares, lo peinaba hacía un lado con abundante fijador, algunas manchas de acné estaban presentes en su cara a pesar del evidente cuidado por ocultarlas.
No obstante haber sido alumnos del personaje tras el escritorio, tardaron un momento en decir el motivo de su presencia.
La niña empezó a hablar.
―Sabe profe hemos escuchado mi novio y yo ―refiriéndose a su acompañante― que usted defiende los derechos y por eso le venimos a decir un problema… que el profesor Suck… este… ¿cómo le diré…?
―Mire profe, de lo que se trata… es que el profesor Suck se pasa de listo, siempre cita a mi novia a actividades fuera de las clases, por el concurso, el periódico mural, las tareas, la revisión del examen, cualquier cosa que le sirva de pretexto para estar a solas con ella ―dijo el novio.
―aja y luego.
―Pues luego… bueno… dile tú, ―le suplica a su novia.
La hermandad de Derechos Laborales existe en cada centro educativo, región estado y nación, es presidida por un comité. Las funciones principales son las de defender las conquistas laborales de los profesores y protegerlos ante cualquier arbitrariedad de la Gran Pirámide Administrativa.
―Mire me roza los pechos con sus manos como si no lo hiciera a propósito, se agacha, me ve las piernas, con unos ojos… este… como le diré... así con una mirada fea, me acerca su cara, luego con sus piernas me toca las mías...
―Un día en que la abrazó, profe, le reclamé y desde entonces se desquita con mis calificaciones ―se quejó el novio.
―Queremos que nos ayude profe, no es justo.
El profe quedó inmóvil ante la historia y la súplica que le hacía esta pareja de adolescentes, casi niños, ante el peligro que se cernía sobre ellos.
¿Que hacer? se preguntaba el secretario de la pirámide de los Derechos Laborales.
La Gran Pirámide de los Derechos Laborales descansaba sobre el secretario de la escuela, el secretario regional, el secretario seccional y en el vértice superior, el Gran Poder.
¿Cómo podría proteger a estos niños del maléfico profesor Suck?, ―se peguntaba― si la Gran Pirámide Administrativa no sancionaba este tipo de conducta de sus trabajadores.
Después de meditarlo un poco, despidió a los alumnos y decidió desobedecer la regla de la sujeción, la cual consistía en no hacer nada y pasar el problema al siguiente escalón de la pirámide jerárquica, en este caso, el secretario regional.
―Vayan a su salón de clases y si lo que me acaban de comunicar se vuelve a repetir, me buscan. Solo puedo decirles que voy a actuar con dureza.
Así les respondió cuando le pidieron que por ningún motivo los fuera a poner en evidencia con el profesor Suck.
Con lo que acababa de decir sabía que había roto otra regla no escrita de la Gran Pirámide de Asuntos Laborales, la de la hermandad, que significa encubrir conductas abusadoras de los agremiados aún en perjuicio de la sociedad.
No eran desconocidas para nadie, las anomalías que cometía con las alumnas guapas el despreciable Suck; las acariciaba, las retenía en el salón de clases, las saludaba de beso como si fuera una costumbre muy natural, las abrazaba deslizando su mano hasta tocar sus caderas, siempre disfrazado de benefactor de ellas, tanto que les otorgaba altas calificaciones en su materia sin merecerlas.
Pero entonces ¿Por qué no era reprendido por la Gran Pirámide Administrativa?, la respuesta era simple, porque había una doble moral, se juzgaba con dureza lo que sucedía en otras instituciones sociales, pero nunca en la propia, es mas, se ocultaba, se prefería no verlo, a pesar de que en los periódicos de la localidad algunas veces trascendían hechos tan viles en niños de preescolar y primaria, además, nadie quería cargar con la responsabilidad de castigar a un profesor como el trastornado Suck ya que inmediatamente lo defendían algunos colegas.
―Ay pobre no lo molesten
―Él es tan bueno
―Es un malentendido
―Las niñas son provocativas
―Él es muy educado y amable
―Lo hace sin malicia
El secretario de la pirámide de Asuntos Laborales decidió, contra toda lógica de bienestar personal, platicar con el profesor Suck.
―Profesor Suck lo he llamado porque tengo conocimiento de que anda molestando a las alumnas ―le dijo con firmeza
―No es cierto ― negó el aludido
―No voy a discutir con usted, solo escuche, anda molestando a una pareja de tercero, la niña es hija de una persona sumamente importante de una pirámide ―mintió sin inmutarse el secretario― y su padre va a intervenir, así que usted sabe, se calma o sufrirá terribles consecuencias.
Como por arte de magia las cosas se calmaron y poco tiempo después el profesor Suck fue obligado por la Pirámide Administrativa a cambiarse de escuela ―la pena máxima vigente― no sin antes decir a sus compañeros que el encargado de defenderlo, en lugar de ayudarlo, lo había perjudicado.
Han pasado algunos años de ese episodio. Dicen que el profesor Suck se cambió de nombre y ahora vaga por otras secundarias haciendo de las suyas, que sube a las niñas a su coche y dentro ocurren escenas indescriptibles, que en la periferia de la Gran Ciudad lo han visto con alguna de ellas, que un padre iracundo estuvo a punto de golpearlo en una escuela del Sur del Gran Estado.
La Gran Pirámide Administrativa ha entablado pláticas con la Gran Pirámide de los Derechos Laborales con la finalidad de sancionarlo. Pero no han llegado a ningún acuerdo, porque la conducta, forma parte de una red de individuos colocados en muchas pirámides de gran poder religioso, político y económico.
En tanto el profesor que lo enfrentó, jamás volvió a ocupar un cargo, porque lleva consigo el estigma de haber desobedecido las reglas no escritas de la Gran Pirámide de Los Derechos Laborales.
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