El 16 de septiembre
Por Dubriel García Rodríguez
— Oiga maestro, el 16 ¿Vamos a izar la bandera? — dijo Don Prisciliano el presidente del comité de padres de familia de la ranchería de San Antonio Tlacuilotepec, lugar donde empecé a trabajar como profesor.
— y dónde quiere que la izemos Don prisciliano si no tenemos nada, ni modo que en un árbol.
— ¿Y qué se necesita?
— Pues mire se puede construir un murito de dos cincuenta metros de largo por uno de alto, luego se compra un tubo galvanizado y ya.
Así le dije a Don prisciliano quien se quedó pensativo mirando a los cerros opuestos cubiertos de verdor mientras caía la lluvia en el corazón de
Desfile del 16 de septiembre, a la derecha Don Prisciliano.
El siguiente fin de semana la lluvia arreció y se dijo que había “norte”, todos se guarecieron en sus hogares y sólo se veía salir el humo de las chimeneas. Al oscurecer escuché el caminar de gente y risas en el patio de la escuela, dirigí mis pasos hacia allá y me encontré con un grupo de campesinos que llevaban cargando un enorme tubo de siete metros de largo.
-¿Qué pasa Don Prisciliano?
-Mire maestro me fui a Villa Juárez a comprar el tubo para el asta bandera, de una vez pasamos por la herrería para soldarle los carretes y compré el cordón, porque el 16 ¡izamos nuestra bonita bandera mexicana!
Dias antes del 16 de septiembre, puede observarse -al fondo- la base para el asta bandera en construcción.
La emoción me hizo un nudo en la garganta, estos hombres de pies descalzos habían caminado una jornada de tres horas de ida y tres de vuelta, cargando sobre sus hombros el tubo y los bultos de cemento, sólo por el orgullo de que en su pequeña ranchería; ¡ondeara la Bandera Nacional!
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