La proteína hemaglutinina (azul), sobre la superficie de un virus de la influenza le permite entrar a la célula que infectará. La neuraminidasa en amarillo, le permitirá salir.
(Permanent Protection Against the Flu? By Mitch Leslie Science NOW Daily News 23 February 2009)
MAYO, 2009
De la epidemia no hay muertos, sólo sus cifras
Dr. Alfonso Islas
Se ha presentado en México una emergencia sanitaria de dimensiones nunca antes vivida. El secretario de Salud anunció la noche del jueves 23 de Abril, desde la residencia presidencial de Los Pinos, medidas sorpresivas ante el desarrollo inquietante de una enfermedad que ataca las vías respiratorias. El mensaje incluyó la suspensión de las actividades escolares en el Distrito Federal y el Estado de México -y ahora extendidas a todo el país-, entre otras medidas preventivas. La causa es la infección de cerca de dos mil personas, de las cuales han muerto más de 20 de manera confirmada -y decenas de víctimas más cuyos fallecimientos son objeto de estudio-, por el virus de la Influenza H1N1, mal llamado porcino.
Ha sido un error estratégico de parte de las autoridades de salud decir que el virus que afecta actualmente a personas en México es un virus porcino; tal vez alguna vez lo fue, pero en todo caso, sólo hay similitudes entre el virus porcino y el humano. De hecho, tres de los documentos emitidos por el Instituto de Enfermedades Respiratorias de la Secretaría de Salud, no lo mencionan, la mención aparece sólo en el cuarto documento. Por otro lado, en el número más reciente de la revista Nature se afirma que el virus en cuestión es “a real super-mixed-up virus”, nada parecido a lo estudiado antes. Es decir: los expertos no saben cómo diablos este virus combina la información de genes peligrosos de los virus de la influenza aviar, porcina y humana, pero dicha combinación ha hecho que “su genética sea harto complicada”, según el virólogo John McCauley del Instituto Nacional de Investigaciones Médicas de Londres.
Es importante considerar que las personas con la infección no están condenadas a muerte y no deben ser sujetas de discriminación. Si son tratadas con antivirales como el oseltamivir, se pueden curar. El oseltamivir es una prodroga, lo cual quiere decir que su molécula se transforma en el organismo, cambiando su estructura, y su efecto es inhibir a la neuraminidasa del virus; o sea, bloquea la salida del virus de las células infectadas, lo que impide su reproducción.
El problema se agrava debido a que en el México de estos dos últimos sexenios, la atención médica pública se ha deteriorado mucho; sin embargo, la peligrosidad del virus es real (ya en el siglo XIX, H. G. Wells lo entendió y lo plasmó en su novela La guerra de los mundos) y las medidas preventivas son más que pertinentes, aquí, en China, y en todo el mundo. Es decir que, sobre la base de una información objetiva, la sociedad y sus autoridades tienen que actuar a la altura de las exigencias que plantea la epidemia, y en donde no tienen cabida ni actitudes valemadristas e irresponsables como tampoco los pánicos paranoides.
Tomar en cuenta las medidas preventivas sugeridas en estos días impedirá la diseminación del contagio. Desde luego, el secretario Córdova puede ser un improvisado, pero sus asesores -y sobre todo la supervisión de la OMS- son de muy alto nivel.
El manejo del sistema mediático de noticias no deja de tener tintes alarmistas por un lado, y dictatoriales por otro, especialmente por el ocultamiento de información elemental. Cierto, el régimen mexicano no se distingue por su elevada disposición a la transparencia informativa; por eso, las sospechas ciudadanas aumentan al darnos cuenta de que no existen los muertos, por decirlo así, sino sólo las cifras acerca de ellos: es muy raro que casi no haya cobertura periodística acerca de las desgracias particulares, entrevistas a los familiares de las víctimas, etc. ¿Quiénes son los que han fallecido por la influenza? Todas fueron personas con nombre y apellido, y sin embargo no hay nada, ni siquiera datos sociodemográficos que permitan arrojar luz acerca de por qué, a pesar de haberse esparcido la infección a otros países, sólo están muriendo víctimas en México. Todo parece indicar que la verdadera causa de tantas muertes por influenza en nuestro país es la pobreza y la marginación social.
Ha sido un error estratégico de parte de las autoridades de salud decir que el virus que afecta actualmente a personas en México es un virus porcino; tal vez alguna vez lo fue, pero en todo caso, sólo hay similitudes entre el virus porcino y el humano. De hecho, tres de los documentos emitidos por el Instituto de Enfermedades Respiratorias de la Secretaría de Salud, no lo mencionan, la mención aparece sólo en el cuarto documento. Por otro lado, en el número más reciente de la revista Nature se afirma que el virus en cuestión es “a real super-mixed-up virus”, nada parecido a lo estudiado antes. Es decir: los expertos no saben cómo diablos este virus combina la información de genes peligrosos de los virus de la influenza aviar, porcina y humana, pero dicha combinación ha hecho que “su genética sea harto complicada”, según el virólogo John McCauley del Instituto Nacional de Investigaciones Médicas de Londres.
Es importante considerar que las personas con la infección no están condenadas a muerte y no deben ser sujetas de discriminación. Si son tratadas con antivirales como el oseltamivir, se pueden curar. El oseltamivir es una prodroga, lo cual quiere decir que su molécula se transforma en el organismo, cambiando su estructura, y su efecto es inhibir a la neuraminidasa del virus; o sea, bloquea la salida del virus de las células infectadas, lo que impide su reproducción.
El problema se agrava debido a que en el México de estos dos últimos sexenios, la atención médica pública se ha deteriorado mucho; sin embargo, la peligrosidad del virus es real (ya en el siglo XIX, H. G. Wells lo entendió y lo plasmó en su novela La guerra de los mundos) y las medidas preventivas son más que pertinentes, aquí, en China, y en todo el mundo. Es decir que, sobre la base de una información objetiva, la sociedad y sus autoridades tienen que actuar a la altura de las exigencias que plantea la epidemia, y en donde no tienen cabida ni actitudes valemadristas e irresponsables como tampoco los pánicos paranoides.
Tomar en cuenta las medidas preventivas sugeridas en estos días impedirá la diseminación del contagio. Desde luego, el secretario Córdova puede ser un improvisado, pero sus asesores -y sobre todo la supervisión de la OMS- son de muy alto nivel.
El manejo del sistema mediático de noticias no deja de tener tintes alarmistas por un lado, y dictatoriales por otro, especialmente por el ocultamiento de información elemental. Cierto, el régimen mexicano no se distingue por su elevada disposición a la transparencia informativa; por eso, las sospechas ciudadanas aumentan al darnos cuenta de que no existen los muertos, por decirlo así, sino sólo las cifras acerca de ellos: es muy raro que casi no haya cobertura periodística acerca de las desgracias particulares, entrevistas a los familiares de las víctimas, etc. ¿Quiénes son los que han fallecido por la influenza? Todas fueron personas con nombre y apellido, y sin embargo no hay nada, ni siquiera datos sociodemográficos que permitan arrojar luz acerca de por qué, a pesar de haberse esparcido la infección a otros países, sólo están muriendo víctimas en México. Todo parece indicar que la verdadera causa de tantas muertes por influenza en nuestro país es la pobreza y la marginación social.
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