EL MÉXICO QUE SE NOS FUE, AHORA DEBEMOS CUIDARNOS
El 01 de marzo del año en curso, me tocó vivir una experiencia atroz, pero que responde a la realidad actual de nuestro país y del mundo actual. Sólo quiero que reflexiones, que te protejas o entre todos los hagamos, pero que no vivas una pesadilla difícil del olvidar.
Llegaba a mi domicilio aproximadamente a las 11.30 de la noche con mi esposa e hija, quien llevaba en brazos dormidita a mi nieta, me paré frente a la puerta principal de la casa, les abrí, las bajé y cerré para dirigirme a la vuelta de la casa donde se encuentra la cochera. Abrí para meter el auto y cuando pretendía cerrar el zaguán noté que varios individuos agazapados en la oscuridad corrían hacia mí. No tuve tiempo de reaccionar cuando el primer cachazo de pistola me rompió la frente y la sangre tan escandalosa no me dejaba ver porque inmediatamente me bañó el rostro. Mi esposa no alcanzó a bajar del auto cuando ya la encañonaba un tipo sin escrúpulos que le pidió se quitara la ropa; con mucha inteligencia mi esposa le preguntó qué querían y le respondió que dinero. Sin embargo, a mi no dejaban de golpearme. Ella argumentó que no teníamos y nos respondió ; al tiempo que preguntaba que cuantas personas más estaban en casa y mi esposa contestó que sólo nosotros dos, con la intención de que se fueran y no dañaran a mi hija y nieta. Inmediatamente les entregué las llaves del auto y les dije que tomaran todo pero a que a mi familia no le hicieran daño. De los seis tipos uno me arrancó una cadena con un crucifijo, me torció el brazo y me despojó de dos anillos y me arrancó la esclava todo ello de oro, además de un reloj. Me registró las bolsas exigiéndome el dinero y como sólo encontró mil pesos me dijo que porque no tenía si era quincena y recalcó lo de < la pinche casota>; mi esposa les gritó el esfuerzo de 28 años de trabajo, que no era porque tuviéramos dinero. Como respuesta, registraron el auto, tomaron una cámara filmadora, la carátula del estéreo, dos perfumes que acabábamos de adquirir, además a mi esposa le quitaron dos anillos y una cadena con un touch de oro, así como su reloj. La tortura aún no paraba, un tipo me golpeó en el costado cuando me pedían que levantara las manos y el otro me ponía la pistola en la cabeza, perdí el aire porque supe más tarde acababa de enterrarme un puñal de treinta centímetros por el costado derecho que recorrió mi abdomen. Uno de los tipos entró a la casa por el acceso del patio, cuando encontró a mi hija bajando las escaleras con el teléfono en mano pues ya había escuchado el escándalo y llamaba a los vecinos y al 066. El tipo salió cual demonio gritando algo y les dijo que se fueran que había una “ruca” adentro, todavía uno más me pidió la cartera pero no pude sacarla, cerré el zaguán y me dirigí al interior de mi domicilio.
Mi reflexión empieza cuando pienso que seis tipos son muchos para una familia, que supongo estudiaron, y que somos tres adultos y mi nieta de año ocho meses. Entre ellos iba un joven de no más de catorce años que se dedicó a registrar el auto y la camioneta no la pudo abrir porque tenía llave y, después se dedicó a vigilar la entrada.
Sólo dos tipos se cubrieron el rostro con paliacates y los cuatro restantes no. Si no opuse resistencia y hasta les ofrecí y entregué las llaves del auto (astra 2005), siguieron golpeándome con la intención de tirarme; es decir, no entiendo la saña.
Considero que no tengo enemigos, al menos no declarados, en mi actual escuela tengo 5 meses de laborar y antes bien creo que hecho nuevos amigos. Durante mi estancia de tres días en el Hospital del ISSSTE, más de cincuenta compañeros y excompañeros de otras escuelas me visitaron, otros estuvieron en contacto con mi esposa vía telefónica, otros con mis amigos y familiares más cercanos para saber mi evolución; me queda claro que soy aceptado por muchos.
Entre los delincuentes iba un tipo como entre 48 a 50 años de edad, supongo que es padre de familia, ¿robó para llevar de comer o para cubrir sus vicios? No quiero pensar que el chico era su hijo, porque imagino la “educación” que le está legando.
Los que se cubrieron el rostro ¿Son primerizos o supusieron que los conocería? Si traían pistolas ¿Por qué me golpeó con ella y no disparó? ¿ no traían balas?
Comentario aparte es la policía, sé que no pueden cubrir a cada ciudadano pero su auxilio deja mucho a la sospecha, las ambulancias sólo demoraron hora y media en llegar y dos como para no sentirse solas, mientras me desangraba desesperadamente.
Los que tenemos más de 30 años, somos (como dijo el malogrado candidato Colosio) de la cultura del esfuerzo, salimos de nuestros pueblos o ranchos a cultivarnos para encontrar otras formas de vivir. Orgullosamente soy mixteco poblano, curtido por el calor extenuante y la árida tierra, con mis raíces y principios firmes, me sorprende la indiferencia de la mayoría, “mientras no se metan conmigo”, por eso la delincuencia nos está ganando, son pocos pero conocen de nuestros miedos pero sobre todo de la apatía de lo que le pasa al vecino de a lado, en resumen somos egoístas y cobardes. Dice el refrán que “El valiente vive hasta que el cobarde quiere”, Si denunciáramos al vecino, amigo, hermano, padre, o al hijo que delinque sería doloroso pero sano para la sociedad. ¿Qué mundo les espera a nuestros hijos? ¿Qué vamos a decirles cuando nos reclamen porque no pueden salir libremente por la calle, y que decir de salir a divertirse?
Ayudemos a las autoridades, denunciemos y presionemos para que apliquen la ley, hoy fui yo, quiso Dios que a pesar de penetrar el arma 30 centímetros, no dañara ningún órgano vital y hoy me restablezco de una cirugía que pudo costarme la vida. ¿Cuál es mi delito? Construir una casa para cumplir un sueño, invertí lo ganado como profesor durante 28 años de servicio, además en mis ratos libres fabricar y vender hielo, paletas, helados, agua embotellada. Mi esposa 23 años como profesora, vender oro en sus ratos libres, en fin.
Nos cambiaron la vida, mi familia no quiere regresar a casa. Debo buscar ahora lugar para vivir. El día dos de marzo mi hija se graduó en la Licenciatura en Trabajo Social y no pudimos acompañarla; de un día para otro todo cambió gracias a los desgraciados que invadieron nuestro hogar. Cambiar residencia implica cambio de guardería para mi nieta, teléfono, contratos de televisión e internet; es decir, tratar de ordenar nuestra vida.
Perdón, puede sonar a presunción, durante 24 años he impartido cursos en el subsistema de Escuelas Secundarias Técnicas, en los cursos Nacionales y Estatales de Pronap y ahora, no encuentro más que esa pequeña idea: DENUNCIAR
Mtro. Miguel Ángel Reyes Méndez.
Esc. Sec. Téc. No. 1
Puebla, Puebla
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