miércoles, 28 de enero de 2009

Historias de pizarrón

Prólogo del libro Historias de pizarrón

(...)

Estos maestros que aquí nos cuentan sus historias se van haciendo maestros conforme enfrentan los desafíos de su quehacer. Cada uno lo hace de manera muy distinta – cada maestro es único, porque sus experiencias también son únicas --. Ser maestro es una profesión marcada por la diversidad, y en este libro podemos apreciar, con toda claridad, como en ello estriba su riqueza. Esta ocasión que estos maestros buscaron para contar su experiencia permite, al compartirla, enriquecernos a todos, descubrir las diversas facetas que puede llegar a implicar el ser maestro, visualizar al menos en parte la enorme profundidad de cada una de ellas. Estos maestros que escriben y nos comparten han reafirmado con su vida su vocación. La han logrado ir construyendo y profundizando. Han enfrentado su quehacer con la pasión necesaria de un trabajo que implica servir a los demás. Estos son los maestros que queremos y necesitamos para los niños y niñas de nuestro país, para nuestros jóvenes y para las comunidades en las que viven. (...)

El segundo valor que emerge con claridad de la lectura de este libro es esa enorme capacidad de los autores de un acercamiento humano a las personas – niños y niñas, padres y madres de familia – a las que están llamados a dar servicio. Este humanismo de la educación es sin duda lo que define la profesión de ser maestro, entendida en toda su profundidad. Todos los relatos contenidos en este libro nos hablan de ello: del esfuerzo por conocer y comprender a los otros diferentes, del descubrimiento de sus dificultades especiales para aprender, o de los problemas que impiden que la enseñanza pueda darse en plenitud. Nos hablan de la horizontalidad del diálogo entre seres humanos, del mutuo enriquecimiento que de ello se deriva, de interacciones humanas de calidad que nos hacen crecer. En todos los relatos vislumbramos el cariño, la amistad, el amor que se va construyendo en la relación que supone el hecho educativo, que en absolutamente todos los casos trasciende la mera transmisión de conocimientos y nos refiere a un quehacer docente formativo, transformador, humanizante.

Relatos como estos nos recuerdan – porque ya todos lo sabemos, pero a veces se nos olvida – la importancia de la profesión docente en la construcción de una sociedad como la queremos y la necesitamos. Nos hacen cuestionarnos por qué no se valora más al maestro y a la maestra, por qué el sistema educativo mismo no cree más en él y en ella y le entrega mucho mayor poder de decisión en aspectos formativos.

Ojalá hubiera más libros como éste, mayores oportunidades para que maestros y maestras nos cuenten cómo en sus vidas profesionales se viene manifestando, cotidianamente, este compromiso apasionado, cariñoso, profundamente humano, que significa ser docente.

Sylvia Schmelkes

México D.F., a 9 de diciembre de 2007.

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