Como parte del Programa de Jornada ampliada en la EST 128 de Acajete Puebla se organizó unas estrategia de comprensión lectora que consta de dos fases:
Una, que consiste en decodificar el texto y otra, en comprenderlo. Ambas se complementan. En el video se observa la primera fase con los siguientes pasos:
1. El profesor modela la lectura.
2. Los alumnos leen en coro.
3. Los alumnos leen en binas.
4. Los alumnos realizan comentarios.
La actividad siguiente consiste en que los alumnos responden a tres preguntas: Una cuya respuesta está literalmente en el texto. Otra que involucre la información de varios párrafos y finalmente la tercera, que consiste en realizar inferencias sencillas (debe encontrar pistas o claves que lo lleven a la respuesta).
En el portal de Televisa se cita que el gobernador destacó aspectos
históricos, como “En Puebla fue donde los hermanos Cerdán iniciaron la
lucha de independencia” (sic), así como los seis Pueblos Mágicos con que
cuenta la entidad. dubrieldice: y luego le echan la culpa a los maestros...
Muere la escritora británica Doris Lessing, Nobel de Literatura
Publicado por La Redacciónen noviembre 17, 2013 en Cultura|
La Jornada
Londres. La escritora británica Doris Lessing, que ganó el premio Nobel de Literatura en 2007, murió este domingo en Londres a los 94 años, indicó su agente.
“Fue un privilegio trabajar para ella y vamos a extrañarla
inmensamente”, declaró su amigo y agente Johanthan Clowes, que añadió
que Lessing murió en la madrugada del domingo, en paz. “Fue una
escritora maravillosa y una mente fascinante y original”, añadió su
agente al referirse a esta gran novelista, algunos de cuyos títulos se
convirtieron en íconos de feministas, marxistas, anticolonialistas y
opositores del apartheid.
Lessin fue autora de El cuaderno dorado (1962) y decenas de
novelas más que reflejaban su pensamiento libre y sus recorridos por lo
que solía ser el imperio británico. Asimismo, realizó críticas abiertas a
la corrupción y la malversación de fondos de los gobierno africanos y
aprovechó en varias ocasiones su afilada escritura contra el
colonialismo.
dubrieldice:
De Doris Lessing he leído tres obras:
Diario de una buena vecina
Canta la hierba
La buena terrorista
lo que más me llamó la atención fue la forma como hace las descripciones.
"Avanzamos hacia la cocina. No he visto nunca nada semejante (...). Era una ampliación del pasillo con una vieja cocina de gas, grasienta y negra, un viejo fregadero de porcelana, cascada y amarilla por la grasa, un grifo de agua fría envuelto con viejos trapos y goteando de forma constante. Una antigua mesa de madera bastante bonita con vajilla encima, todo "limpio" pero mugriento. Las paredes llenas de manchas y húmedas. El lugar apestaba, un olor terrible...". Lessing, (2007). Diario de una Buena Vecina, Punto de Lectura, México D. F. "Slater, un hombre bajo, maciso, de brazos gruesos y constitución fuerte, tenía el rostro ancho y velludo y un aire astuto, vigilante, un poco taimado. Su cabello rubio, que siempre llevaba muy corto, le confería cierto parecido con un presidiario (...). Sus pequeños ojos azules apenas resultaban visibles porque se había acostumbrado a entornarlos tras pasar tantos años bajo el sol de Sudafrica". Lessing (2005). Canta la Hierba, Ediciones B, S.A., Barcelona España "En ese piso el olor era penetrante. Procedía de la planta superior. Ya más despacio, subieron una escalera muy amplia y se toparon con un hedor que le provocó unas breves bascas a Jasper. Alice mantuvo una expresión firme y orgullosa. Abrió bruscamente una puerta, que reveló un panorama de cubos de plástico rebosantes de mierda.. Pero, considerando que ese cuarto ya estaba suficientemente lleno, habían proseguido con el siguiente. Unos diez cubos rojos, amarillos y anaranjados aguardaban allí". Lessing (2007). La Buena Terrorista, Punto de lectura, México D. F.
No sé bien por qué recién después de
todo este tiempo les escribo, ni me lo pregunto tampoco; sólo me
vinieron a mi mente y a mi corazón hace unos instantes en este domingo
soleado.
Y pues sólo quería decirles que gracias por todo lo
compartido, gracias por lo que me enseñaron, en lo profesional y sobre
todo en lo personal, sobre las múltiples maneras de relacionarnos entre
seres humanos.
De todos y cada uno tengo un recuerdo hermoso, hubo
momentos de tensión y de mucha comunión, claro, pero hoy los miro a
todos con una sonrisa y les digo que los aprecio con un corazón abierto,
que de diversos modos fueron mis maestros, que les agradezco, que honro
y aliento profundamente las intenciones que los mueven a trabajar, al
fin y al cabo, en favor de tantos niños y niñas de Puebla.
Gracias por ser mis compañeros de viaje, gracias por
su entrega, por cómo ayudaron con tantas cosas dentro de las tareas
compartidas, por tantos conocimientos transmitidos, por la capacidad de
compromiso que demostraron, por la pasión que pude vislumbrar en muchos
momentos en cada uno de ustedes, por mostrarnos que cuando creemos hasta
lo más imposible se puede concretar, gracias por creer en mí, en
ustedes, en todo el equipo, gracias por ser unos formidables cómplices
en la aventura que para todo nuestro equipo fue el pasaje por la DGOE.
Los quiero con el corazón, muy seguido los pienso y
deseo que tengan unas vidas plenas, sin sufrimiento y con mucho amor y
felicidad, cuenten conmigo para lo que se les ofrezca, su amiga,
Elena.
dubrieldice: Hola Elena, me da mucho gusto saber de tí y sobre todo leer tu mensaje,
que me llega en momentos muy propicios para la reflexión, me explico: He
andado con un dolor de muelas y al fin ha cesado, previa visita al
dentista, ahora estoy saliendo del suplicio. Tus palabras me sirvieron
de bálsamo. Gracias Elena. Tengo la convicción de que el trabajo
educativo es una tarea que enriquece personalmente y, en este caso, al
equipo que logramos integrar. Creo que todos salimos ganando porque
hicimos el trabajo con pasión y dedicación. Es una tarea que no se acaba y que tampoco desgasta, siempre hay algo que hacer. Por la bella oportunidad que tuve de formar parte de ese equipo de mentes lúcidas y bromistas, gracias Elena.
La SECRETARÍA DE EDUCACIÓN PÚBLICA, en cumplimiento de las
convocatorias de los CONCURSOS DE EXPRESIÓN LITERARIA SOBRE LOS SÍMBOLOS
PATRIOS 2013 da a conocer el veredicto de los Jurados Calificadores de los dos
concursos.
TRIUNFADORES NACIONALES DEL CONCURSO DE EXPRESIÓN LITERARIA
SOBRE LOS SÍMBOLOS PATRIOS 2013 PARA ALUMNOS DE EDUCACIÓN PRIMARIA Y
SECUNDARIA:
GRUPO 1 ESCUELAS DE EDUCACIÓN PRIMARIA OFICIALES Y
PARTICULARES
TERCER GRADO
Alumna: Adriana Gabriela Méndez Mendoza
Trabajo: “Hoy soñé”
Seudónimo: Metstli
Escuela Primaria Ingeniero Pastor Rouaix (CCT 21EPR0420S)
Entidad: Puebla
CUARTO GRADO
Alumna: Cristina Sandoval Alba
Trabajo: “El día que entendí nuestro himno nacional”
Seudónimo: Luna
Escuela Primaria Juana María Cabrera Salinas (CCT
28DPR2334D)
Entidad: Tamaulipas
QUINTO GRADO
Alumna: María Fernanda Delgado Duarte
Trabajo: “La bandera del abuelo”
Seudónimo: Kimono
Escuela Primaria: Colegio Peninsular (CCT 31PPR0093A)
Entidad: Yucatán
SEXTO GRADO
Alumno: Luis Mariano Rivas Gómez
Trabajo: “Tototl, el águila que nació para la historia”
Seudónimo: Pingüineto
Escuela Primaria General Ignacio Zaragoza (CCT 17DPR0877D)
Entidad: Morelos
GRUPO 2. ESCUELAS DE EDUCACIÓN PRIMARIA INDÍGENA
TERCER GRADO
Alumno: Jenrry Iván Naal Pérez
Trabajo: “Lina y la bancera”
Seudónimo: Cuasimodo
Escuela Primaria Indígena Jaime Nunó (CCT 04DPB0079E)
Entidad: Campeche
CUARTO GRADO
Alumno: Alexis Yahir Torres Jerónimo
Trabajo: “Mi bandera”
Seudónimo: Alex
Escuela Primaria Indígena Pentécatl (CCT 18DAI0016N)
Entidad: Nayarit
QUINTO GRADO
Alumna: Yaritza Paola Koyok Pérez
Trabajo: “Lo que cuesta ser mexicano”
Seudónimo: Yapakope
Escuela Primaria Indígena Jaime Nunó (CCT 04DPB0079E)
Entidad: Campeche
SEXTO GRADO
Alumna: Mayra Reyes Godínez
Trabajo: “El baúl”
Seudónimo: Pilistakxochistin
Escuela Primaria Indígena Luis Donaldo Colosio Murrieta
(24DPB0327J)
Entidad: San Luis Potosí
GRUPO 3. CURSOS COMUNITARIOS DEL CONSEJO NACIONAL DE FOMENTO
EDUCATIVO (CONAFE)
NIVEL II
Alumna: Silvia Pérez Alpízar
Trabajo: “La canción de Tenoch”
Seudónimo: Morenita
Centro Educativo Vicente Guerrero (CCT 15KPR0455H)
Entidad: Estado de México
NIVEL III
Alumna: Jessica Zagal Vilchis
Trabajo: “Un símbolo de valor”
Seudónimo: Jess
Centro Educativo Niños Héroes (CCT 17KPR0006K)
Entidad: Morelos
GRUPO 4. ESCUELAS DE EDUCACIÓN SECUNDARIA OFICIALES Y
PARTICULARES
PRIMER GRADO
Alumna: Silvia María González Vargas
Trabajo: “Las profecías soñadas por un águila”
Seudónimo: Bumperlake
Escuela Secundaria Técnica No. 97 Bernardo Quintana Arrioja
(CCT 09DST0997B)
Entidad: Distrito Federal
SEGUNDO GRADO
Alumno: Samuel Ku Huan
Trabajo: “Mensaje del Escudo Nacional”
Seudónimo: Anáhuac
Escuela Secundaria Técnica No. 2 (CCT 31DST0002Z)
Entidad: Yucatán
TERCER GRADO
Alumno: Guillermo Suárez Salinas
Trabajo: “El túnel de la historia”
Seudónimo: Témoc
Escuela Secundaria Técnica Villa de los Niños Guadalajara
A.C (14PST0020D)
Entidad: Jalisco
TRIUNFADORES NACIONALES DEL CONCURSO DE EXPRESIÓN LITERARIA
SOBRE LOS SÍMBOLOS PATRIOS 2013 PARA MAESTROS EN SERVICIO E INSTRUCTORES
COMUNITARIOS DEL SISTEMA EDUCATIVO NACIONAL
FORMA LITERARIA: NARRATIVA
Profesor: Eulalio Vicente Mayorga Cervantes
Trabajo: “Lucía”
Seudónimo: Tlacaélel
Presta sus servicios en la Escuela Primaria Roberto Martínez
Flores (CCT 09DPR3282G)
Entidad: Distrito Federal
FORMA LITERARIA: POESÍA
Profesor: Juan Manuel Hermosillo Sepúlveda
Trabajo: “Dime maestro, ¿Cómo es mi Patria?
Seudónimo: Xochiltepec
Presta sus servicios en la Zona Escolar No. 11, Sector
Escolar No. 16 (CCT 14FIZ0011C)
Entidad: Jalisco
A los ganadores nacionales, próximamente se les notificará
el lugar y la fecha de premiación.
El
secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet, aseguró que la meta
del gobierno federal es lograr 40 mil escuelas de tiempo completo en
todo el país durante el sexenio del presidente Enrique Peña Nieto.
Durante
la puesta en marcha de las Escuelas de Tiempo Completo que encabezó el
titular del Ejecutivo federal, el funcionario dijo que este modelo
permitirá a los niños aprender más y tener una mejor interacción con sus
compañeros.
Reiteró que el objetivo de la Reforma Educativa es
darle a los niños y jóvenes de México "maestros más preparados, escuelas
bien construidas y equipadas, y además la posibilidad de que sigan
estudiando más y mejor".
Chuayffet Chemor destacó que esta reforma
está dando los primeros cambios en el sistema educativo del país, y uno
de ellos -dijo- son las escuelas de tiempo completo que al finalizar
este ciclo escolar serán más de 15 mil en el país, y 40 mil al finalizar
la administración.
Apuntó que se buscará que en estas escuelas
los alumnos se fortalezcan en áreas como lectura, la resolución de
problemas matemáticos, inglés, ciencias, salud, tecnologías de la
información y de la comunicación, educación física y educación
artística.
Además de contar con un menú dietético por parte del
Consejo de Participación integrado por padres de familia, a quienes
pidió seguir siendo "los grandes aliados de la educación para sus hijos.
"Todo lo que ustedes quieran hacer, lo pueden lograr si estudian, por
eso, el presidente de la República ha decidido un gran cambio en favor
de todos los niños y los jóvenes de México", expresó el titular de la
Secretaría de Educación Pública (SEP).
Después de ver el cortometraje se invita a los alumnos a leer el relato de Benedetti
Mario Benedetti
(Paso de los Toros,
Departamento de Tacuarembó,
Uruguay, 14 de septiembre
del 1920)
Los pocillos
(Montevideanos, 1959)
Los pocillos eran seis: dos rojos, dos
negros, dos verdes, y además importados, irrompibles, modernos. Habían llegado
como regalo de Enriqueta, en el último cumpleaños de Mariana, y desde ese día
el comentario de cajón había sido que podía combinarse la taza de un color con
el platillo de otro.
“Negro con rojo queda fenomenal”, había
sido el consejo estético de Enriqueta.
Pero Mariana, en un discreto rasgo de
independencia, había decidido que cada pocillo sería usado con su plato del
mismo color.
“El café ya está pronto. ¿Lo sirvo?”,
preguntó Mariana.
La voz se dirigía al marido, pero los
ojos estaban fijos en el cuñado. Este parpadeó y no dijo nada, pero José
Claudio contestó: “Todavía no. Esperá un ratito. Antes quiero fumar un
cigarrillo.” Ahora sí ella miró a José Claudio y pensó, por milésima vez, que
aquellos ojos no parecían de ciego.
La mano de José Claudio empezó a moverse,
tanteando el sofá. “¿Qué buscás?”, preguntó ella. “El encendedor.” “A tu
derecha.” La mano corrigió el rumbo y halló el encendedor. Con ese temblor que
da el continuado afán de búsqueda, el pulgar hizo girar varias veces la
ruedita, pero la llama no apareció. A una distancia ya calculada, la mano
izquierda trataba infructuosamente de registrar la aparición del calor.
Entonces Alberto encendió un fósforo y vino en su ayuda. “¿Por qué no lo
tirás?” dijo, con una sonrisa que, como toda sonrisa para ciegos, impregnaba
también las modulaciones de la voz. “No lo tiro porque le tengo cariño. Es un
regalo de Mariana.”
Ella abrió apenas la boca y recorrió el
labio inferior con la punta de la lengua. Un modo como cualquier otro de
empezar a recordar. Fue en marzo de 1953, cuando él cumplió 35 años y todavía
veía. Habían almorzado en casa de los padres de José Claudio, en Punta Gorda,
habían comido arroz con mejillones, y después se habían ido a caminar por la
playa. El le había pasado un brazo por los hombros y ella se había sentido
protegida, probablemente feliz o algo semejante. Habían regresado al apartamento
y él la había besado lentamente, morosamente, como besaba antes. Habían
inaugurado en encendedor con un cigarrillo que fumaron a medias.
Ahora el encendedor ya no servía. Ella
tenía poca confianza en los conglomerados simbólicos, pero, después de todo,
¿qué servía aún de aquella época?
“Este mes tampoco fuiste al médico”, dijo
Alberto.
“No.”
“¿Querés que te sea sincero?”
“Claro.”
“Me parece una idiotez de tu parte.”
“¿Y para qué voy a ir? ¿Para oirle decir
que tengo una salud de roble, que mi hígado funciona admirablemente, que mi
corazón golpea con el ritmo debido, que mis intestinos son una maravilla? ¿Para
eso querés que vaya? Estoy podrido de mi notable salud sin ojos.”
En la época anterior a la ceguera, José
Claudio nunca había sido un especialista en la exteriorización de sus
emociones, pero Mariana no se ha olvidado de cómo era ese rostro antes de
adquirir esta tensión, este resentimiento. Su matrimonio había tenido buenos
momentos, eso no podía ni quería ocultarlo. Pero cuando estalló el infortunio,
él se había negado a valorar su amparo, a refugiarse en ella. Todo su orgullo
se concentró en un silencio terrible, testarudo, un silencio que seguía siendo
tal, aún cuando se rodeara de palabras. José Claudio había dejado de hablar de
sí.
“De todos modos debería ir”, apoyó
Mariana. “Acordate de lo que siempre te decía Menéndez.”
“Cómo no, que me acuerdo: Para Usted No
Está Todo Perdido. Ah, y otra frase famosa: La Ciencia No Cree En Milagros. Yo
tampoco creo en milagros.”
“¿Y por qué no aferrarte a una esperanza?
Es humano.”
“¿De veras?” Habló por el costado del
cigarrillo.
Se había escondido en sí mismo. Pero
Mariana no estaba hecha para asistir, simplemente para asistir, a un
reconcentrado. Mariana reclamaba otra cosa. Una mujercita para ser exigida con
mucho tacto, eso era. Con todo, había bastante margen para esa exigencia; ella
era dúctil. Toda una calamidad que él no pudiese ver; pero esa no era la peor
desgracia. La peor desgracia era que estuviese dispuesto a evitar, por todos
los medios a su alcance, la ayuda de Mariana. El menospreciaba su protección. Y
Mariana hubiera querido —sinceramente, cariñosamente, piadosamente— protegerlo.
Bueno, eso era antes; ahora no. El cambio
se había operado con lentitud. Primero fue un decaimiento de la ternura. El
cuidado, la atención, el apoyo, que desde el comienzo estuvieron rodeados de un
halo constante de cariño, ahora se habían vuelto mecánicos. Ella seguía siendo
eficiente, de eso no cabía duda, pero no disfrutaba manteniéndose solícita.
Después fue u temor horrible frente a la posibilidad de una discusión
cualquiera. El estaba agresivo, dispuesto siempre a herir, a decir lo más duro,
a establecer su crueldad sin posible retroceso. Era increíble cómo hallaba a
menudo, aún en las ocasiones menos propicias, la injuria refinadamente certera,
la palabra que llegaba hasta el fondo, el comentario que marcaba a fuego. Y
siempre desde lejos, desde muy atrás de su ceguera, como si ésta oficiara de
muro de contención para el incómodo estupor de los otros.
Alberto se levantó del sofá y se acercó
al ventanal.
“Que otoño desgraciado”, dijo, “¿Te
fijaste?” La pregunta era para ella.
“No”, respondió José Claudio. “Fijate vos
por mí.”
Alberto la miró. Durante el silencio, se
sonrieron. Al margen de José Claudio, y sin embargo, a propósito de él. De
pronto Mariana supo que se había puesto linda.
Siempre que miraba a Alberto se ponía
linda. El se lo había dicho por primera vez la noche del 23 de abril del año
pasado, hacía exactamente un año y ocho días: una noche en que José Claudio le
había gritado cosas muy feas, y ella había llorado, desalentada, torpemente
triste, durante horas y horas, es decir, hasta que había encontrado el hombro
de Alberto y se había sentido comprendida y segura. ¿De dónde extraería Alberto
esa capacidad para entender a la gente? Ella estaba con él, o simplemente lo
miraba, y sabía de inmediato que él la estaba sacando del apuro. “Gracias”,
había dicho entonces. Y todavía ahora la palabra llegaba a sus labios
directamente desde su corazón, sin razonamientos intermediarios, sin usura. Su
amor hacia Alberto había sido en sus comienzos gratitud, pero eso (que ella
veía con toda nitidez) no alcanzaba a depreciarlo. Para ella, querer había sido
siempre un poco agradecer y otro poco provocar la gratitud. A José Claudio, en
los buenos tiempos, le había agradecido que él, tan brillante, tan lúcido, tan
sagaz, se hubiera fijado en ella, tan insignificante. Había fallado en lo otro,
en eso de provocar la gratitud, y había fallado tan luego en la ocasión más
absurdamente favorable, es decir, cuando él parecía necesitarla más.
A Alberto, en cambio, le agradecía el
impulso inicial, la generosidad de ese primer socorro que la había salvado de
su propio caos, y, sobre todo, ayudado a ser fuerte. Por su parte, ella había
provocado su gratitud, claro que sí. Porque Alberto era un alma tranquila, un
respetuoso de su hermano, un fanático del equilibrio, pero también, y en
definitiva, un solitario. Durante años y años, Alberto y ella habían mantenido
una relación superficialmente cariñosa, que se detenía con espontánea
discreción en los umbrales del tuteo y sólo en contadas ocasiones dejaba
entrever una solidaridad algo más profunda. Acaso Alberto envidiara un poco la
aparente felicidad de su hermano, la buena suerte de haber dado con una mujer
que él consideraba encantadora. En realidad, no hacía mucho que Mariana había
obtenido a confesión de que la imperturbable soltería de Alberto se debía a que
toda posible candidata era sometida a una imaginaria y desventajosa
comparación.
“Y ayer estuvo Trelles”, estaba diciendo
José Claudio, “a hacerme la clásica visita adulona que el personal de la fábrica
me consagra una vez por trimestre. Me imagino que lo echarán a la suerte y el
que pierde se embroma y viene a verme.”
“También puede ser que te aprecien”, dijo
Alberto, “que conserven un buen recuerdo del tiempo en que los dirigías, que
realmente estén preocupados por tu salud. No siempre la gente es tan miserable
como te parece de un tiempo a esta parte.”
“Qué bien. Todos los días se aprende algo
nuevo.” La sonrisa fue acompañada de un breve resoplido, destinado a
inscribirse en otro nivel de ironía.
Cuando Mariana había recurrido a Alberto
en busca de protección, de consejo, de cariño, había tenido de inmediato la
certidumbre de que a su vez estaba protegiendo a su protector, de que él se
hallaba tan necesitado de amparo como ella misma, de que allí, todavía tensa de
escrúpulos y quizás de pudor, había una razonable desesperación de la que ella
comenzó a sentirse responsable. Por eso, justamente, había provocado su
gratitud, por no decírselo con todas las letras, por simplemente dejar que él
la envolviera en su ternura acumulada de tanto tiempo atrás, por sólo permitir
que él ajustara a la imprevista realidad aquellas imágenes de ella misma que
había hecho transcurrir, sin hacerse ilusiones, por el desfiladero de sus
melancólicos insomnios. Pero la gratitud pronto fue desbordada. Como si todo
hubiera estado dispuesto para la mutua revelación, como si sólo hubiera faltado
que se miraran a los ojos para confrontar y compensar sus afanes, a los pocos
días lo más importante estuvo dicho y los encuentros furtivos menudearon.
Mariana sintió de pronto que su corazón se había ensanchado y que el mundo era
nada más que eso: Alberto y ella.
“Ahora sí podés calentar el café”, dijo
José Claudio, y Mariana se inclinó sobre la mesita ratona para encender el
mecherito. Por un momento se distrajo contemplando los pocillos. Sólo había
traído tres, uno de cada color. Le gustaba verlos así, formando un triángulo.
Después se echó hacia atrás en el sofá y
su nuca encontró lo que esperaba: la mano cálida de Alberto, ya ahuecada para
recibirla. Qué delicia, Dios mío. La mano empezó a moverse suavemente y los
dedos largos, afilados, se introdujeron por entre el pelo. La primera vez que
Alberto se había animado a hacerlo, Mariana se había sentido terriblemente
inquieta, con los músculos anudados en una dolorosa contracción que le había
impedido disfrutar de la caricia.
Ahora no. Ahora estaba tranquila y podía
disfrutar. Le parecía que la ceguera de José Claudio era una especie de
protección divina.
Sentado frente a ellos, José Claudio respiraba normalmente, casi con
beatitud. Con el tiempo, la caricia de Alberto se había convertido en una
especie de rito y, ahora mismo, Mariana estaba en condiciones de aguardar el
movimiento próximo y previsto. Como todas las tardes, la mano acarició el
pescuezo, rozó apenas la oreja derecha, recorrió lentamente la mejilla y el
mentón. Finalmente se detuvo sobre los labios entreabiertos. Entonces ella,
como todas las tardes, besó silenciosamente aquella palma y cerró por un
instante los ojos. Cuando los abrió, el rostro de José Claudio era el mismo.
Ajeno, reservado, distante. Para ella, sin embargo, ese momento incluía siempre
un poco de temor. Un temor que no tenía razón de ser, ya que en el ejercicio de
esa caricia púdica, riesgosa, insolente, ambos habían llegado a una técnica tan
perfecta como silenciosa.
“No lo dejes hervir”, dijo José Claudio.
La mano de Alberto se retiró y Mariana
volvió a inclinarse sobre la mesita. Retiró el mechero, apagó la llamita con la
tapa de vidrio, llenó los pocillos directamente desde la cafetera.
Todos los días cambiaba la distribución
de los colores. Hoy sería el verde para José Claudio, el negro para Alberto, el
rojo para ella. Tomó el pocillo verde para alcanzárselo a su marido, pero antes
de dejarlo en sus manos, se encontró con la extraña, apretada sonrisa. Se
encontró además, con unas palabras que sonaban más o menos así: “No, querida.
Hoy quiero tomar en el pocillo rojo.”
PREGUNTA:
¿Cómo
crees que se sintió Mariana al escuchar la frase de José Claudio: “No querida.
Hoy quiero tomar en el pocillo rojo”?
Escribe tres pistas de tu
respuesta ya sea que estén en el texto o simplemente porque lo sabes.