Remunerar debidamente a los maestros.
Luis Hernández Montalvo.
Han tenido que transcurrir treinta y cinco años para que la Secretaría de Educación Pública me pague una compensación por cinco quinquenios de trabajo ininterrumpido. El monto de esta compensación es de cincuenta y un pesos con sesenta y dos centavos. Se suma a lo anterior el salario base de 3777.25 pesos, comprendidos en el concepto (7A), que corresponde a ocho horas de salario por estar en la categoría “A” de Carrera Magisterial, por lo que el salario inicial de un profesor de educación primaria es inferior al monto anterior.
Y todavía es menor si tomamos en cuenta que el salario base de los educadores mexicanos tienen un sobresueldo cercano al cincuenta por ciento. Treinta y cinco años de trabajo en escuelas primarias en lugares tan lejanos como Tlaltepexi, junta auxiliar del municipio de Tulcingo del Valle, Puebla, en los límites de los estados de Guerrero y Oaxaca. Me dicen mis amigos de aquellos lugares, que ya existe carretera hasta la población referida, pero hace treinta y cinco años, solo se podía llegar caminando de cinco a siete horas, después de la cabecera municipal, a la que se llegaba en autobuses de la flecha roja, en medio de cerros y barrancas.
Entre el salario base real y varias prestaciones que van de los cincuenta pesos a la quincena como el concepto (39), en el que la SEP y el SNTE designan generosamente 50.37 pesos, para que el maestro invierta en la compra de material didáctico para que pueda realizar exitosamente su trabajo en las aulas. ¿Sabrán los burócratas de la SEP y el SNTE, cuánto cuesta un libro en el mercado? ¿Sobre qué bases concretas se construyen los discursos de la llamada “Calidad Educativa”? ¿Y las Alianzas vergonzantes de líderes del SNTE y funcionarios de la SEP?
Resulta ofensivo que líderes y funcionarios responsabilicen a los profesores del fracaso escolar, cuando se nos entrega un monto de 137 pesos para que compremos una despensa. Si alguien nos lee, seguramente se morirá a carcajadas, por la forma en que se burlan de los trabajadores, de su paciencia y de la esperanza de que llegará el día en que a los profesores se nos pague debidamente, tal como lo escribiera el Educador veracruzano Carlos A. Carrillo, el 1 de julio de 1887:
“La primera condición para obtener el mejoramiento de nuestras escuelas es remunerar debidamente a los maestros. Si esta condición imprescindible no se llena, serán inútiles los mejores reglamentos, las leyes más bien acabadas. El valor de la escuela y de la enseñanza depende ante todo del maestro y con sueldos malos nunca se conseguirán buenos maestros. Cuando se quiere comprar barato un género, se obtiene de mala calidad; el trabajo profesional del magisterio es un género como otro cualquiera, y cuando se paga a vil precio, es seña clara que es de clase muy inferior. Si el trabajo y habilidad de un hombre vale 100 pesos mensuales ¿Será tan necio que lo cambie por treinta en una escuela?”
Líderes sindicales y funcionarios de educación conocen perfectamente esta verdad, por eso, en 1992, firmaron el Acuerdo Nacional de Modernización de la Educación Básica (ANMEB), en el que se destacaba un ambicioso programa de reformas en el Sistema de Formación Docente Inicial, que incluía básicamente a las Escuelas Normales del país y a las unidades de la Universidad Pedagógica Nacional, de la misma manera que se ponía el énfasis en un amplio sistema de Capacitación y mejoramiento profesional. A 18 años los compromisos y acuerdos se extraviaron en el manoseo de las conveniencias políticas y en la consolidación de un cacicazgo oprobioso que lastima la moralidad de la nación y condena al profesorado a profesar una ética basada en el cinismo.
Durante 18 años, los profesores hemos esperado pacientemente que se cumpla la promesa de nivelar los salarios de los profesores con grados de licenciatura, maestría y doctorado, a lo que sería por primera vez el reconocimiento de contar con un “salario profesional”.
Después de 35 años de trabajo docente, estoy condenado a sobrevivir con un salario nominal de 5318.29 pesos quincenales que se reduce a 3404.24 pesos, después del descuento de los impuestos al trabajo, y servicios médicos y maternidad para que el ISSSTE nos dé un trato de muerte e insalubre, sin medicamentos en la farmacia y con un trato despótico por parte de médicos, enfermeras y directivos, se suma a lo anterior, el descuento para sostener una burocracia sindical contraria a los intereses de los trabajadores.
Los profesores de Educación Básica contamos con una prestación especial que consiste que al cumplir 30 años de servicio, se nos entrega la suma nada despreciable de 30 mil pesos, lo cual es posible, si la SEP no extravía los expedientes en donde se conserva el historial laboral de los trabajadores, por lo que, los trabajadores deben justificar con documentos probatorios, que efectivamente ha trabajado ininterrumpidamente los 30 años.
En el marco de los festejos del Día del Maestro, se anuncia un incremento salarial del 4.9 por ciento para los profesores de Educación Básica, a partir del 1º. De febrero y 1.5 por ciento de incremento en las prestaciones. Nada significativo que responda a los compromisos de mayo de 1992. La verdadera profesionalización de los profesores sigue siendo una asignatura pendiente, que se pretende resolver entregando a los líderes sindicales 350 millones de pesos para el fortalecimiento al supuesto Proceso de Formación, Actualización, Capacitación y Superación Profesional de los Educadores Mexicanos.
Y ya en el más completo desconcierto, ante el fracaso de más de 20 años por mejorar la Educación Pública, patinando en un círculo vicioso, líderes y funcionarios insisten en desaparecer las Escuelas Normales y crear 5 Centros Regionales de Excelencia Académica y Educativa que constituyan, sostienen los líderes del SNTE en un acto de cinismo, un modelo automático de Formación Docente para el Siglo XX.
A mis maestros, a mis amigos y compañeros de trabajo, una felicitación en su día.
El autor es Profesor del Bachillerato General Matutino del Benemérito Instituto Normal del Estado de Puebla.
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