Discurso que pronuncié con motivo del libro Ecos del cinco de mayo en un evento realizado, en el 2012, en un recinto de la BUAP.
Un
grupo de amigos muy querido me ha encomendado una tarea muy difícil: que hable acerca de
ellos y que hable acerca de su obra, un libro titulado Ecos del cinco de mayo.
Una tarea harto difícil porque sucede
que cuando empiezo a contar un suceso, que considero importante, la gente que
me escucha empieza a hablar de otra cosa y entonces creo que los
acontecimientos son triviales o bien que no se cómo contar las cosas, yo me inclino por lo segundo.
No obstante,
hoy he decidido correr ese riesgo y vengo a hablar de la obra que han creado unos
maestros, utilizo la palabra maestros para referirme a mis amigos porque es la
que se ha utilizado desde hace muchos
años para designar a las personas que enseñan a
los niños en la escuela primaria
y la escuela secundaria, aunque todos sabemos que, cuando se hicieron populares
los posgrados entonces la palabra maestro adquirió otra connotación.
Los
maestros de primaria cuando trabajan en el medio rural ya sea en la sierra
norte o en la región Serdán suelen reunirse en la cabecera de zona para entregar informes
de fin de año a la supervisión escolar y entonces cuentan anécdotas de niños
ingeniosos, historias de campesinos y relatos sentimentales de su quehacer
cotidiano, siempre entre bromas y risas, porque ustedes han de saber que los
maestros de educación básica son muy alegres y así sucede, año tras año, los
maestros viejos que cuentan esas historias son sustituidos poco a poco por los
maestros nuevos y estos siguen contando historias que han escuchado de los maestros
viejos y creando a la vez nuevas historias
que cuentan a otros maestros nuevos. Es un continuo de la vida
magisterial y de la vida de los pueblos.
Y
sucedió que un día, un maestro muy leído alzó la voz y exclamó: ¡oigan ¿y por
qué no escribimos lo que contamos?! Y así, el grupo dio un pequeño paso en la
vida cotidiana del maestro de escuela, sin tomar conciencia de que el paso de
la oralidad a la cultura escrita había sido ya experimentada por siglos, en la
historia de la humanidad.
Cada
viernes, de cada semana, de cada mes, el grupo de maestros soñadores narró con emoción sus vivencias, cada uno en su
turno hilvanó su historia con seriedad
absoluta mientras que el resto se carcajeó hasta las lágrimas no por el
relato en sí, sino por los errores gramaticales que poco a poco fueron
corregidos.
El
protagonista del relato de Silvia Castro, en La verdad desnuda, es un niño que
va al panteón y se asusta al recordar las historias que ha escuchado acerca de
los muertos que resucitan. Silvia aprovecha la atmósfera creada para describir
el mausoleo de Rafael Cravioto militar que combatió, en la batalla del cinco de
mayo, bajo las órdenes del general Negrete.
Araceli
Castillo recrea la historia a través de personajes infantiles que juegan a la
guerra en una vecindad y que ante la batalla inminente del cinco de mayo sus
padres los envían con familiares distantes para protegerlos mientras ellos se
preparan para defender a Puebla en la histórica batalla. Los niños quieren
quedarse a pelear pero sólo tienen, fusiles de madera.
Librado
Agustín Ramírez recrea la imagen del soldado que ante el ataque de franceses al
fuerte de Loreto toma una bala de cañón
y la arroja con sus propias manos sobre los soldados franceses que están escalando
los muros. Sus personajes son escolares que dramatizan la batalla dirigidos hábilmente
por su maestra.
A
continuación abro un paréntesis porque voy
a relatarles una historia que me contó un desconocido, cuando no se por qué
razón, me escuchó leer los episodios
anteriores, él se quedó unos instantes reflexionando con expresión muy seria y luego me dijo: a
decir verdad yo conozco algo parecido: “En esa memorable batalla del cinco de
mayo participó un niño de la sierra llamado Topilito acostumbrado a subir y a
bajar cerros persiguiendo chivos y cuando su padre vino a Puebla, él lo acompañó y se ocultó entre
los árboles para presenciar la batalla
y entonces vio que la bandera mexicana estaba a punto de caer en manos del
enemigo; corrió a rescatarla y con velocidad suprema subió la cuesta y la puso
a salvo”.
Después
me di cuenta que ese desconocido era yo mismo y, sin dilación, con la velocidad
del Topilito, me dediqué a escribir el texto.
En
otro viernes, Celestino Reséndiz, maestro jubilado, narra la historia que le
contaron los Xochiapulcas cuando trabajó en ese municipio, ellos le contaron
que la gente de la ciudad llama Zacapoaxtlas a los indígenas que combatieron en
la batalla del cinco de mayo, pero lo cierto es que en la batalla, los indios eran
originarios de Tetela de Ocampo, Huauchinango,
Zacatlán, Teziutlán y de otros lugares serranos y que de Zacapoaxtla sólo
combatieron unos cuantos.
Mónica
Baldeón crea una atmósfera de víspera de la celebración del primer centenario
de la batalla del cinco de mayo, narra en un monólogo los preparativos que se
hacen para la gran celebración y llegado el día: la inauguración de la
autopista, el centro expositor de la feria en la colonia San Manuel y ver el desfile por televisión en blanco y negro.
Una
de las intenciones de mis amigos al escribir el libro Ecos del Cinco de Mayo es
que sus relatos ofrecieran imágenes del pasado, como en el relato de Mónica, o
del presente, en el relato de Elisa; viajes
simbólicos en tiempo y espacio.
Elisa
Becerra, maestra de secundaria, describe la cotidianidad de la organización de
los festejos del cinco de mayo en las comunidades del campo, sus personajes son
gente común: alumnos, autoridades, padres de familia y el personal de la
escuela. Todos asumen un destino de grandes dimensiones porque son testimonios
de una realidad.
Pero
cuando se trató de contar historias de los abuelos, Casimiro Agustín nos atrapa
con la vida de Fidencio Ramírez, la vida dura del campesino y de su nieto que
trabajan duras jornadas en el campo. “… él arriaba la yunta de toros y yo
agachado destapaba las matas (…) recuerdo muy bien las piedras que se volteaban
al avanzar el arado que jalaba la yunta, (…) se me venían encima de las manos y
por no retirarlas a tiempo, la piedra se llevaba la uña dejando la carne viva…”
El final sorpresivo, cuando vincula esa
biografía con la presencia de los franceses.
Y
como relaté al principio de mi lectura cada
viernes de taller nos sometíamos al
escrutinio de los demás, una estrategia didáctica de la Sociedad General de
Escritores (la SOGEM) y como mis amigos fueron extremadamente críticos con mis
textos y aprovechando la oportunidad, quiero repetir las palabras del Mtro Jorge Abascal que pronunció al hacer la presentación del libro en el mes de mayo.
“…
Los textos que conforman este libro –los de ustedes no los míos- están
permeados, invadidos de pasión, de esa pasión generosa que es la pasión
creadora cuando surge del amor a un lugar, cuando legitima y confirma un
acontecimiento (…) Este día, es la
literatura la que tiene las llaves, porque este libro Ecos del Cinco de Mayo abre
las puertas de 17 escenarios, 17 esfuerzos que son visiones personalísimas de
lo que este acontecimiento histórico sigue significando (…) Muchas felicidades a los autores, ojalá que
sigan creando, escribiendo, señalando desde sus letras lo que es importante”.
Muchas
gracias.
Dubriel García Rodríguez, septiembre de 2012.