La gramática castellana es machista.
Junio 19, 2008 por marahopkins
Me llegó un mail con la siguientes ejemplos y que decir…
Uds. dirán si es cierto o no…
Es una página que contiene temas que tratan de la vida cotidiana de un profesor de educación básica de México.
Junio 19, 2008 por marahopkins
Me llegó un mail con la siguientes ejemplos y que decir…
Uds. dirán si es cierto o no…
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Dubriel dice:
Una colega me advirtió sobre la definición de hombre y de mujer en el diccionario Larousse y esto fue lo que encontré:
HOMBRE M (lat. homo). Ser dotado de inteligencia y de un lenguaje articulado, clasificado entre los mamíferos del orden de los primates y caracterizado por su cerebro voluminoso, su posición vertical, pies y manos muy diferenciados.
MUJER f. (lat. mulier). Persona del sexo femenino. (SINÓN. Hembra).
HOMBRE Ser humano del sexo masculino: el hombre y la mujer.(Sinón. V. persona).
MUJER La que ha llegado a la pubertad: es ya mujer. (Sinón. Damisela).
HOMBRE El que ha llegado a la edad viril: cuando el niño llegue a hombre.
MUJER Esposa: salí de casa con mi mujer y mis hijos. (Sinón. Señora).
HOMBRE Especie humana en general: el hombre es omnívoro.
MUJER Mujer de bandera, bella mujer.
“¿De quién es la historia?”, preguntó Taibo II, el popularísimo escritor de este género y del negro.
“El Estado mexicano surgido de la derrota de la revolución dijo: ‘la historia es mía. Yo soy la independencia. Yo soy la revolución. Yo soy Cuauhtémoc. Yo soy el mestizaje. Yo soy Benito Juárez pastorcito (que puede ser indio pero es licenciado, entonces no hay pedo). Yo soy la historia. Puedo meter en el monumento a la revolución a Carranza y a Villa (por eso hay temblores en la ciudad de México), y a Carranza y Calles (por eso hay temblores de su puta madre)’.”
El Estado quiere la historia “porque lo legitima, le da el derecho de hablar en nombre del pasado: ‘soy el propietario de los libros de texto, y los niños héroes eran unos pendejetes, pero son míos; y la Siete Leguas era caballo y no yegua; y el hombre de Tepexpan era feo y chaparrito’, cuando todos saben que tenía curvas y era mujer y cazadora de mamuts.
“Cuando el Estado dijo ‘yo soy la historia’, hizo un discurso aburrido, que nos hizo odiar la historia en la escuela; es el discurso de las estampitas, los nombres de calles y estaciones de metro, de las estatuas pendejas de héroes sin caballo y sin espada y sin ideología; no son los defensores de la revuelta social, son curas bobalicones que toman café en Querétaro y accidentalmente tocaron una campana en Dolores”.
Luego, “la academia dijo: ‘somos nosotros la historia, la seria, la microhistoria, y construyen, por boca de Krauze o Aguilar Camín, una versión light, en la que dicen: ‘El Pípila ni existió’ y toman como modelo a historiadores conservadores que ni siquiera veían las cosas asomados de la ventana, estaban bajo la cama. Construyen una historia ñoña”.
Pero ahora, aseguró Taibo, estamos en una tercera fase: “Se jodieron: la historia no es del Estado, ni de la academia, no es de los especialistas, la historia es de los ciudadanos, porque es derecho sagrado de los habitantes de un espacio territorial tener pasado propio y compartido. La historia es nuestra, es el punto de referencia, es el santoral laico donde ponemos a los que queremos y quitamos a los que no nos gustan; encontramos personajes por los que nos ponemos de pie, como mi general Anaya que dijo: ‘si tuviera parque, culeros, no estarían aquí’; la historia es de unos cadetes enloquecidos que abrieron a putazos los guarda-rifles para intentar una defensa enloquecida, desesperada, en la cual seis habrían de morir; la historia es del general Escobedo, que se dormía montado en su caballo pero al mismo tiempo en Querétaro les partió el hocico a los imperiales por tercera vez; de poetas como Guillermo Prieto, que escribe Los cangrejos para hablar de nuestros vecinos; de Catedral, o de ese palacio (nacional) abandonado porque le tienen miedo al pueblo.
“Queremos a Guillermo Prieto, ministro de Hacienda de la Reforma, que el día que lo enterraron le faltaban botones en el gabán porque no tenía dinero, habiendo administrado la nación, y no a los ladrones de Alí Babá que nos han gobernado desde entonces”. (Más adelante recordó que el actual secretario de Hacienda, Agustín Carstens, dijo, hace cuatro años, siendo subsecretario, durante un debate sobre el IVA a los libros, que los libros eran un producto como los zapatos, y alguien le preguntó que qué zapatos había leído últimamente. “¡Qué ministro de Hacienda tenemos! ¡Alguien que piensa que los libros son como zapatos!”, exclamó Taibo.)
La Jornada del campo.
Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER
Suplemento Informativo de La Jornada
Las actividades académicas constituyeron un conjunto de acciones obligatorias que sirvieron para satisfacer los requisitos establecidos en la normatividad, que da a la vez, el reconocimiento oficial de la aprobación de una asignatura o grado académico. Estas actividades pueden ser, escolarizadas, que son las organizadas por el docente y no escolarizadas, las organizadas por un departamento específico.
Estas actividades son organizadas por el docente y sirven para asignar calificaciones en una escala de cinco a diez y cuyo resultado define quien aprueba o reprueba una asignatura[1], entre estas actividades se observaron: La participación en clase, la exposición de temas por equipo, las tareas y los exámenes.
Cuando los estudiantes participaron en la clase, mostraron, derivado de la explicación o de la pregunta del docente un conocimiento generalmente empírico. La participación se dio de dos maneras, una en complementar la explicación y la otra en responder, preguntar o cuestionar lo expresado por el docente.
1) Complementar la explicación.
Cuando el docente estaba explicando la clase los estudiantes intervinieron para hablar acerca de experiencias personales en la escuela, la comunidad, la familia o dieron puntos de vista en general como se ilustra en los ejemplos siguientes:
- Mira este yo, yo considero que a veces aunque unos piensen que es rollo, pero es cierto maestro, por ejemplo en las comunidades donde no existe tanto recurso económico, en una ocasión estaba parado en una esquina de un salón cuando resulta que un niño recogió un chicle le empezó a quitar los pastitos y se lo metió a la boca, como le iba a decir sácalo tiene microbios, hay niños que nunca llevan diez centavos, veinte centavos ... ( 23 de Julio de 1998 en la clase de laboratorio de docencia I)
- por ejemplo allá en Oaxaca ¿no? (...) hay actividades que realizamos, eventos deportivos, concursos, también tenemos relaciones con la comunidad, cuando hacemos desfiles, que se yo, programa del diez de mayo, programa del día del niño, detalles que si tienen relación con lo social se han realizado tal vez desde hace años, según como lo vaya uno madurando en el centro de trabajo, porque hay cuestiones que se manejan obligatorias, por ejemplo manejan en el primer grado con el método global según el plan más sin embargo los compañeros que no les gusta o no lo saben trabajar y ya de años pues trabajan el onomatopéyico, el silábico etcétera. (Nicandra, en la clase de docencia I el 21 de julio de 1998)
- (...) ¿por qué nuestro país, bueno tiene que estar copiando este tipo de modelos? si también podemos realizar investigación o podemos tomar en cuenta los intereses y los diferentes medios que hay aquí en nuestro país para, no se, adaptar o construir nuestro propio modelo educativo, ¿por qué tenemos que estar copiando lo de otros países?, Si al final de cuentas, a lo mejor de un cien por ciento, a lo mejor un cuarenta por ciento se obtiene de beneficio al estar poniendo en práctica modelos extranjeros, ahora hace un rato se comentaba que se refiere a lo que es el aspecto económico, ¿será nada más eso lo que impide que aquí en nuestro país no se puedan realizar investigaciones? (...) o ¿influyen otros factores? (Idelfonso, 16 de julio de 1998).
Hablaron de su entorno, “su mundo” inmediato que es la escuela, el pueblo, la familia y ocasionalmente de algo más lejano, el país y el mundo, más que complementar el tema aprovecharon la oportunidad para hablar de su experiencia, a lo que ellos llamaron “la realidad”, descalificando al conocimiento teórico.
Ahora bien ¿la "realidad" de los maestros es diferente a la "realidad" de la Secretaría de Educación Pública?
Por una parte un profesor habla de la pobreza de los niños de la Sierra Norte de Puebla. Nicandra, de Oaxaca, nos dice de las actividades sociales que realizan en la comunidad como desfiles o programas (festivales) e Idelfonso enfatiza la necesidad de desarrollar investigación educativa en nuestro país. Por la otra, la SEP aplica una prueba estandarizada como si la población escolar fuera homogenea (puede ser que después de diez años de los testimonios de los maestros las diferencias sociales hayan desaparecido).
Los resultados de la prueba Enlace evalúan el Logro Académico de los alumnos en Español, Matemáticas y Ciencias y no pondera la pobreza, la participación de los profesores en la comunidad con los desfiles, los festivales y otras actividades. Algunos medios de comunicación linchan mediáticamente a los profesores, muy injusto diria yo.
[1] El acuerdo 200 publicado en el Diario Oficial de
EL MAESTRO: SUS SUEÑOS, SU ESENCIA
¡Perfecto! ¡Excelente! Es lo que yo esperaba, para esto quise ser maestro. Estas frases resuenan aún en mis oídos como si las hubiera pronunciado ayer.
Era una tarde de los primeros días de octubre de 1981, habíamos cabalgado varias horas y, después de una breve y pronunciada subida, por fin llegamos a Huitzilac, Huichila, como le llamaba la gente. Lo primero que vi fue la placeta, así le llamaban al terreno empastado del centro del rancho, y a un lado, pintada de un verde envejecido, sin vidrios en las ventanas y cercada con tarros, estaba mi escuela. La miré emocionado y me sentí un hombre importante: ¡Era yo el nuevo maestro! Enfrente estaban las porterías del campo de fútbol, donde jóvenes y niños jugaban en esa tarde calurosa; a la izquierda resaltaba, por su tamaño, La casa del maestro; cruzando la placeta estaba la cantina, cuyo aparato de sonido a todo volumen parecía darnos la bienvenida con la canción “Niña qué tienen tus ojos…”, de Leo Dan, junto, la casa del director; y más allá, de color blanco, la clínica del IMSS COPLAMAR.
(…)
El primer grado fue mi reto inicial como docente.
La vida transcurría con normalidad entre las clases, juegos de básquet y futbol, y los fines de semana, paseos a caballo por los potreros. Llegó el mes de abril y con él, el concurso académico de zona.
―Profe, creo que mi alumno Ofelio puede obtener un buen resultado ―le comenté entusiasmado al director.
―No se haga ilusiones profe, todos los lugares los obtiene la escuela Aureliana Olivares de Metlaltoyuca y nunca, ningún rancho le ha arrebatado nada ―me contestó dejando entrever su reducido optimismo y poca confianza.
La respuesta me hizo sentir mal, tal vez porque sólo requería una palabra de aliento. Pasados algunos días, después del concurso de zona, recibí la buena noticia:
―Profe, prepárese porque se va con su alumno al concurso regional a Xicotepec de Juárez, pues obtuvo el segundo lugar ―me informó el Rey Salomón, sin ninguna emoción.
Me alegré mucho, de hecho creo que fui el único. Acudimos al concurso regional con todas las desventajas del mundo: mi alumno se asustó al ver, por primera vez en su vida, tantos carros juntos; vomitó durante todo el viaje y se aferraba a su viejo sombrerito de palma, que no quería soltar ni para entrar al salón a hacer su examen. Con gran satisfacción recibimos el veredicto: sexto lugar. Y el alumno que obtuvo el primer lugar de zona no apareció entre los primeros veinte lugares, eso despertó suspicacia ―muy natural en mí― acerca de la limpieza en el manejo de los concursos. Regresamos de noche a Huichila muy felices: Ofelio por ver de nuevo las vacas, el arroyo y las luciérnagas, y yo porque regresé con mi alumno vivo y mi primer triunfo profesional. Como nadie más festejó nuestra sobresaliente participación, y ni una mención merecimos, salvo la que a manera de chisme corrió por el rancho, empezó a nacer en mí cierta inconformidad en la forma de concebir la educación por parte del director. Algo no encajaba entre mi filosofía de la vida y de la educación ―producto de una formación normalista rural― y lo que estaba viviendo en la práctica. Entré en una reflexión profunda. ¿Qué hacer? ¿Me ajusto a este estilo de ser maestro, o hago valer mi derecho a ser diferente?
(…)
En fin, nos dio tanto por el deporte que Oscar, Genaro y yo, le propusimos al Rey Salomón, que con el apoyo de padres de familia, del municipio y de Petróleos Mexicanos, se construyera una cancha de básquetbol; contestó que no, que eso era perder tiempo, y además, él disponía lo que se hacía en la escuela; no hubo poder humano que lo hiciera cambiar de opinión. Ante tal actitud, pensamos en la autogestión: había grava en los arroyos, PEMEX, con mucha presencia regional, donaba materiales a las comunidades que lo solicitaran y, además, existían personas altruistas que podían ayudarnos con dinero. Sólo faltaba la disposición del director, y si no la había, ¿debíamos dejar que las cosas, simplemente no se hicieran? ¡No! Teníamos que intentarlo. Platicamos con los jóvenes deportistas y propusieron hablarlo con las autoridades del rancho para construir la cancha en un espacio común, fuera de la escuela. Las autoridades vieron con buenos ojos la iniciativa y comenzamos los trabajos. Por las tardes se chapeó el terreno, se acarreó grava del arroyo, mecapal de por medio. Poco a poco se sumaron señores, señoras, niños y algunos maestros. ¡Daba gusto ver a la gente trabajando por un beneficio común! Aún recuerdo a doña Julia con su morral lleno de grava invitando a gritos a sus conocidos para que ayudaran; a Lucina, una anciana, con su burrita Carlota haciendo lo propio, y a Nicolás, Arelia, Evaristo, Donato, Lencho y tantos voluntarios sudorosos y satisfechos pero… ¡Nunca lo hubiéramos hecho! No debimos retar la autoridad del director, que por tantos años había ejercido el poder y control absolutos. Sin saberlo, habíamos marcado nuestro destino.
― ¡Esto es lo que me encabrona! ―rugió el supervisor escolar al mostrarnos a Genaro y a mí el escrito que un grupo de padres de familia le había entregado, donde denunciaban que el director de la escuela “no trabajaba y estaba hostigando a los maestros que sí lo hacían”
― ¿Quién carajo les dijo que podían dividir a la gente y crear problemas en una comunidad tan tranquila? ¡Les vamos a fincar responsabilidades! ―nos dijo en una clara amenaza.
Con cada grito se cimbraba la oficina de la supervisión escolar donde fuimos requeridos. Intentamos explicar toda la historia del problema; fue inútil, no había espacio para el razonamiento y el diálogo, y terminamos discutiendo agriamente, sobre todo ante la orden tajante:
― ¡Me suspenden de inmediato las actividades de su canchita y se me dedican a lo que es su única responsabilidad: dar clases! ―espetó el funcionario de ideas cortas y visión reducida sobre gestión escolar.
(...)
La situación se tornó insostenible, el enfrentamiento con el director era abierto. Sin descuidar nuestra responsabilidad en la escuela, el proyecto de construcción de la cancha continuaba en un ambiente radicalizado. Mis compañeros ya no eran los mismos: se fueron Óscar y José; llegaron Reyna, Cristina, Calixto y Orlando; la mayoría nos apoyaba; Jaime y Calixto, por conveniencia etílica, estaban con el director. Como única medida de defensa personal y del proyecto, con encendidos llamados a defender la dignidad, convoqué a reuniones, a través del aparato de sonido de la cantina de don Lalo. Los hombres acudían desde las orillas del rancho, gritando animados y contagiando a los demás; al oírlos se me erizaba la piel y los cabellos de la nuca. Llegaron frente a la casa del maestro no menos de cien personas, para analizar la situación y tomar acuerdos. Estábamos totalmente fuera de lo establecido.
Percibí en la mirada de la gente la confianza ciega en Genaro y en mí; sentí el peso de la responsabilidad y me crecí ante el reto; no podía fallarle a la gente, ¡no a esta gente! Para mí ya no era sólo la construcción de la cancha, sino dejar huella en el alma de esas personas; enseñarles a luchar por sus derechos; a no ser ya humillados ni pisoteados; a mostrarles que el futuro puede ser promisorio, pero que debemos construirlo. ¡Dios, me estoy haciendo maestro, y ya no quiero sólo trabajar de profesor!
En las asambleas de adeptos al proyecto se daba información, se tomaban acuerdos y recibíamos denuncias de actos de corrupción.
─Cuando fui presidente del comité de educación, le pagué al supervisor escolar mil quinientos pesos, para que nos diera a los tres maestros que nos urgían en la escuela; y hasta me dijo que si no los queríamos, tenía a otros comités esperando y que ellos sí estaban dispuestos a pagarle esa cantidad, así que a esos maestros nosotros los hemos comprado, y nadie nos los puede quitar ─denunció con coraje don Chon.
Las estrategias acordadas fueron: desde realizar una marcha mitin en la cabecera municipal, hasta la toma de la escuela por un día.
¡El pueblo, unido, jamás será vencido!
¡Huichila exige solución!
(...)
Eran las once de la noche de un día de enero de mil novecientos ochenta y cuatro, me encontraba en las oficinas de
Todos pasaron, aún los que llegaron después que yo, incluido ―con aire de suficiencia― el secretario general de Metlaltoyuca. Seguía esperando a pie firme, cuando un auxiliar se acercó a decirme que el maestro no iba a poder atenderme, porque iba de salida. En eso, la puerta de la oficina se abrió y dio paso a un líder impecablemente vestido de traje, con olor a naftalina.
Me encaminé escalera arriba a encontrarlo.
―Ya estoy enterado de tu caso profesor, ya me lo informó tu secretario general ―me espetó en lugar de un saludo y antes de que yo dijera algo ―y de una vez te digo, vamos a realizar una investigación, y si resultas culpable, como todo lo indica, te vas de la escuela y de la zona ―dijo con actitud grotesca, como personaje del infierno de La divina comedia, de Dante Aligheri.
―Mucho se lo voy a agradecer maestro, pues es lo que estoy demandando desde hace tiempo, sin que nadie me haga caso, y si soy culpable, no sólo me voy de la escuela y de la zona, sino renuncio ―contesté con firmeza.
De inmediato se repuso de la contundencia de mis palabras y agregó ―muy bien, ya te informaremos de cuándo y cómo se va a realizar la investigación ―concluyó el soberbio lider sindical.
―Gracias maestro ―alcancé a responder, y salí con una recobrada esperanza: ¡Sí hay justicia! ―me dije animado. Sobra decir que sigo esperando la comunicación, y por supuesto, la investigación.
(...)
Mónica Camacho- El secretario de Educación Pública, Darío Carmona García, lanzó un ultimátum a los disidentes del magisterio al advertirles que de no terminar las protestas y participar en la mesa de trabajo que se programó para el próximo 20 de noviembre, para analizar el contenido de la Alianza por la Calidad de la educación, la dependencia aplicará recortes salariales por los días sin clase debido a que los profesores ya rebasaron el límite de tolerancia del gobierno estatal.
En el mes de diciembre cuando la fantasía y el amor en los corazones son más profundos, se me presentó la oportunidad anhelada de trabajar en una escuela secundaria. Sería en el área de matemáticas, y no en inglés, que era mí especialidad. Estaba ante la disyuntiva: aceptar y prepararme, o rechazar la oportunidad largamente esperada. Me decidí y acepté, a pesar de que los números me resultaban muy difíciles en mi época de estudiante. Ahora sé que mis maestros no utilizaron estrategias para hacer agradables e interesantes sus clases.
Me citaron un doce de diciembre en la escuela para integrar mi expediente, pero como trabajaba en la primaria y siempre suspendíamos labores ese día, deduje que en la secundaria era lo mismo, y no me presenté. Al día siguiente, el director, con un tono molesto que jamás olvidaré, me dijo: “aquí se trabaja como lo marca el calendario escolar, y si realmente desea integrarse tendrá que ser responsable”. El comentario marcó mi desempeño como docente, porque aprendí que la responsabilidad es uno de los valores primordiales en el magisterio. Durante mi trayectoria educativa no volví a recibir llamadas de atención.
La creación de una nueva escuela requiere esfuerzos extras y trabajo en equipo; en el caso de la nuestra representó días de intensas actividades: buscamos alumnos de pueblo en pueblo y de casa en casa, incluso sábados y domingos. Trabajábamos en las aulas ―si así se le puede llamar a un local de la presidencia auxiliar― con ventanas sin vidrios y un frío que calaba hasta los huesos; tablas y tabiques en lugar de pupitres, y un pizarrón deteriorado por el tiempo que alguna escuela cercana nos había regalado. El escenario era desolador, pero el observar en las caras de los estudiantes de trece a dieciocho años la necesidad de aprender, y el entusiasmo de mis compañeros y director, me fortalecían y pensé: “¡Esta escuela tiene que crecer!” Para lograrlo rescatamos tradiciones artísticas y culturales, y organizamos eventos deportivos, los cuales hicieron que la región volviera su mirada hacia nosotros.
Me siento satisfecha, después de unos años pude ver mi escuela ―porque así la considero― con una gran planta de docentes y equipo directivo. Algunos de ellos fueron decisivos en mi desenvolvimiento en la docencia, por su responsabilidad, preparación y capacidad para dirigir una escuela, sobre todo, un coordinador ¡Qué manera de manejar las relaciones humanas! No me sentía mal ante las observaciones que hacía al dar mi clase, además, impulsaba el desarrollo de mis fortalezas.
Ahora la escuela tiene todas sus instalaciones y muchos alumnos. Agradezco a la vida por haberme permitido vivirlo.
¿QUÉ SON LAS “COMPETENCIAS CIENTÍFICAS”?
Carlos Augusto Hernández.
Profesor de
Miembro del Grupo Federici de investigación sobre enseñanza de las ciencias y de
La enseñanza de las matemáticas tiene varias aristas desde donde se pueden abordar, si usted quiere ayudar a su pequeño hijo para que no les...